Vivía en el futuro improbable de unas palabras no dichas, pero al menos, en ese momento, aún no dolían las canciones.
Acabé armándome de valor y saliendo a buscarte. Yo, vestida con un mono de tirantes negro y una sonrisa a medio construir – tonta de mí, solo a una ilusa se le podría ocurrir salir así en pleno invierno.
Y efectivamente, resulta que heló. Mientras me apartabas con tu verdad por bandera y tu rabia por escudo, me di cuenta de que todo en la vida tiene fecha de caducidad y por mucho que nos duela y como bien decía Marlon, ¿ a quién se le ocurre pedir marzo estando en febrero?