Fue nuestro. Mágicamente nuestro. Lo dice aquel banco vencido hacia la izquierda, pues no concebía sentarme en otro sitio que no fueran tus vértices. Lo nuestro nunca fue hacer balanza.
Fue nuestro. Muy nuestro. Tanto que éramos un Ellos y no él y ella, tanto que la pantalla del televisor se moría por que llegáramos a casa para ponerse a vernos. Sofá a deshoras, cafés y duchas compartidas. Película X de amor desorbitado.
Fue nuestro. Repentino y nuestro. Con muestras de amor en servilletas, con billetes recortados en forma de corazón y anclados a la nevera, con paraguas torcidos de arrojarlos bien lejos solo para empaparnos juntos, de botellas de vino blanco con finales dulces.
Nuestro, muy nuestro. Pero…
Fue.